lunes, 23 de junio de 2008

Fútbol (pasiones, venturas y desventuras)

.

Mis primeros recuerdos de fútbol siempre pasan por mi abuelo. Recuerdo todos aquellos domingos, en los que siendo yo muy pequeño, comía en su casa, él se echaba la siesta y a las cinco lo despertaba dando saltos en su cama para que pusiera la radio y escucháramos el carrusel de principios de los 80. Así nos pasábamos toda la tarde, con los partidos de la liga, mientras me contaba historias de las copas de Europa del Madrid, de Di Stéfano, Puskas, de un tal Luis Suarez que fue de los más grandes y jugó en Italia, de Zarra, de Amancio, de Cruyff, de Pelé... y sobre todo de Gento. Mi abuelo, que de joven pasó por las categorías inferiores del Avila pegado a la banda izquierda, de lateral o extremo, siempre me decía que Gento "había sido el mejor".

Cuando el partido lo echaban por la televisión, yo me bajaba a su casa a verlo mientras el me contaba mil historias y me transmitía la pasión por el fútbol. La pasión por el Real Madrid, y por la selección, "es dónde juegan los mejores - me decía - es lo que hace que todos, los del Madrid, del Atleti o del Barca vayamos juntos".

De ahí, con los Santillana, Camacho, Juanito... mi cabeza guarda algún recuerdo lejano, que se concreta en la aparición del Buitre y la Quinta, y la noche de Querétaro y luego la derrota en cuartos con Bélgica... Trasnochando para ver aquel Mexico 86 frente al televisor con mi abuelo y la radio encendida narrando el partido (una costumbre que ya nunca he abandonado). Luego vendrían otras eurocopas, el mundial de Italia 90 con los tres goles de Michel o la derrota en octavos... Siempre bajando a su casa para ver los partidos con él, la radio y el As. Hasta 1992, desde cuando mis recuerdos ya son lo bastante cercanos.

España llegó a la final de las olimpiadas, y ganaría el oro con los Kiko, Guardiola, Alfonso o Luis Enrique entre otros... Esa noche estaba en su casa. Él, ya muy enfermo, vió el partido desde su cama. Yo en el salón, al lado, sin poder molestarlo mucho, pero con el recuerdo de lo contento que estaba cuando entré a despedirme...

En 1994 ya las cosas eran distintas... de adolescente en plenas vacaciones en la playa. La emoción de un mundial, de ver a España en cuartos en una pantalla gigante en el hotel abarrotado... la rabia de los que no se merecen perder, y el recuerdo de estar por la noche en la cama con la radio encendida con José Ramón de la Morena diciendo que algún día el fútbol nos devolvería lo que esa tarde de julio nos había quitado frente a Italia.

Desde ese momento los partidos de la selección cambian de escenario. Pajares de Adaja, un pequeñito pueblo de las tierras de Castilla, entre Avila y Valladolid. Siempre rondando las fiestas de San Juan, al principio de las vacaciones de verano y con el pueblo lleno de gente. El bar del pueblo, el único que había y que hay, abarrotado. Nosotros buscando un hueco hasta sentados debajo de una mesa muertos de calor y de nervios. El sinsabor de caer en penalties frente a Ingaleterra, de no dar la talla en el 98 ni en el 2000. La incredulidad de caer ante Corea, de nuevo sin merecerlo, con el árbitro en contra, en penalties... y en cuartos. La sensación de ya saber el guión contra Francia de nuevo a la misma altura...

Año tras año, ilusionados y cayendo en el mismo punto.

Anoche todo fue distinto. Frente a Italia. En cuartos. Con el guión de siempre, 0-0 y a penalties. Pero todo era distinto. Esta vez, a los españoles, a los perdedores de Reverte en Alatriste, nos tocaba ganar y por una vez cambiar historia y guiones. Casillas lo sabía. También los jugadores que con confianza cogían el balón y avanzaban hasta el punto de penalty. En el quinto, Cesc, un chico de 21 años pero de mucha más edad en el fútbol de alta competición, cogió el balón con confianza y se fue hasta los 11 metros que lo separaban de Bufón con la mirada fija de ganador y hablando entre dientes: “voy a demostralo, voy a demostralo, voy a demostrarlo…”. Golpeó el balón y España ganaba. Vencíamos miedos, traumas y gafes.

En este tiempo yo también he cambiado. Tras celebrar el gol de rodillas en el suelo me abrazé con Cris en medio de los primeros calores del verano y con los balcones abiertos, en nuestra casa y a un mes y medio de casarnos.

En la radio sonaba la canción de El Larguero, “Tu afición es sentimiento...”. En la cama, con las emociones y la euforia imposible dormir. Afuera se escuchaba el eco de los claxon celebrando la victoria, en la habitación el murmullo de la radio, y la alegría que algún día contaremos a nuestros nietos.

A Vale

No hay comentarios: