miércoles, 14 de febrero de 2007

Confusión


Confundida. Asustada. En ocasiones tiritando, con el frío metido dentro del cuerpo y el pijama empapado de sudor. En ocasiones cree despertar de una pesadilla, o caer en una de ellas, porque ya no distingue entre lo real y lo irreal, con el rostro bañado en lágrimas y el lejano recuerdo de su cuerpo atado de brazos y piernas a una cama dura y extraña. Y el miedo. El miedo, retenido en su memoria invadida por la niebla, de unos gritos desgarradores que no sabe distinguir entre propios o de al otro lado de la habitación. Confundida. Asustada. Arrojada sobre el frío suelo de una habitación vacía y acolchada, sin ventanas. Laberinto de delirio. Días en espiral, sin sucesión, sin horas, sin principio ni fin. Su cuerpo cansado, agotado. Neurolépticos. Antipsicóticos. Atrapada en un sueño negro y desgarrado. Angustia. Soñando ámbitos de luz. Sueños hechos de dolor y vergüenza social. Confundida. Asustada.

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